La Empresa Familiar es hoy, más que nunca, un valor en alza. Un contexto como el actual, en el que personas y empresas sobreviven situaciones críticas, con un paro insostenible, financiación inexistente, administración ineficiente, degradación política, apabullados por el gasto público, oprimidos por la deuda, exprimidos fiscalmente, olvidados por la inversión extranjera y abandonados por las multinacionales, obliga a asumir que el empuje para encontrar soluciones e invertir la situación vendrá de nuestras Pymes, de nuestros empresarios arraigados, comprometidos con su empresa y su país. Vendrá de… la Empresa Familiar.

Permitidme que insista en esta idea. Ni políticos, ni funcionarios, ni “agentes sociales”, ni  bancos, ni el Fondo Monetario Internacional, ni Bruselas, Wall Street o el “tío Marshall” vendrán a proporcionar trabajo, riqueza o progreso. Únicamente los ciudadanos, con su iniciativa y proactividad lograrán poner en valor el esfuerzo conjunto e impulsar el tejido económico de nuestro país. Y es aquí donde las Empresas Familiares, que son la inmensa mayoría de las Pymes, están teniendo – y tendrán – un papel destacado, decisivo. Por varias razones. Pocas, pero determinantes:

  • Las empresas familiares crecen más rápido, generan más valor y más empleo que otras de tamaño similar.
  • Las empresas familiares se caracterizan por una (mayor) visión a largo plazo. Un empresario implicado renuncia a maximizar la rentabilidad a corto plazo a cambio de la consolidación de su proyecto empresarial. Acepta diferir el “beneficio de hoy” en pos de una gratificación futura; gratificación que es en parte económica, sí, pero también moral o personal, como ver colmado su impulso creativo o dejar un legado que le trascienda para ser transmitido a sus descendientes.
  • Las empresas familiares obtienen mayor rentabilidad. Su contribución, en España, representa el 65% del PIB.
  • El personalismo que les otorga su tamaño y el hecho de ser propiedad de una familia conlleva la presencia de valores que son mantenidos en el tiempo y transmitidos de modo sincero, auténtico. Este nivel de compromiso contribuye a preservar su valor y… los puestos de trabajo.
  • Desde la Administración Pública se está haciendo un énfasis extraordinario en potenciar la figura del emprendedor, en mi opinión algunas veces ingenuamente al inducir a asumir riesgos no calculados. Este énfasis confirma los puntos de vista expresados aquí: ¿qué otra cosa es una Empresa Familiar, sino un emprendedor con un proyecto ya consolidado en el tiempo? Echo de menos una actitud más decidida por parte de los políticos en apoyo de las empresa Familiares. Al fin y al cabo éstas tienen ya sobradamente demostrada su capacidad de gestión y su espíritu emprendedor, por lo que su reconocimiento es legítimo.
  • También por dicha razón son óptimos destinatarios de recursos públicos, sin olvidar que revisten menos riesgo que otros proyectos que parten del cero absoluto, con toda la tecnología, brillantez, glamour y juventud que puedan tener. Dejo constancia que defiendo y justifico el apoyo a las start-up’s y al emprendimiento de las personas, pero subrayo que también debería apoyarse a la Empresa Familiar con igual o mayor intensidad.

Es hora ya de reivindicar y reconocer justamente la aportación del empresario familiar a nuestra sociedad. Sus esfuerzos, capacidades, valores, méritos y sacrificios revierten positivamente en todos nosotros. Pues cuidémosle… ¿no os parece?