Todos nos encontramos, en ocasiones, ante problemas complejos de difícil solución y cuyas consecuencias trascienden al corto y medio plazo. Normalmente concurren factores del entorno – sobre los que tenemos poca o ninguna capacidad de influencia – con otros que pueden ser gestionados por nosotros mismos. Con frecuencia, los hechos ya consumados que no admiten paliativo se presentan simultáneamente con otros, incipientes, que se prolongan en el tiempo y amenazan nuestros fines. Por si fuera poco, no siempre es posible distinguir unos de otros; estos de aquellos. ¿Qué se puede hacer para no estar inmerso en una situación semejante? La solución que propongo, que se adelanta en el título, es sencilla: planificar. Dejemos claro un aspecto: entendemos por planificar a la organización metódica de una serie de recursos – dinero, tiempo o “cosas” -, normalmente limitados, dirigida a un fin o a obtener un objetivo determinado.

Las preguntas que se plantean con frecuencia son:

¿Vale la pena invertir tiempo en planificar? ¿Cuáles son los beneficios que se obtienen?

Intentaré responder a estas preguntas con las siguientes reflexiones:

  • Un plan metódico y coherente aporta un marco de referencia en el que desarrollar la actividad cotidiana, la gestión operativa, el corto plazo. Permite diferenciar lo importante – lo que contribuye a conseguir los objetivos – de lo que no lo es, de lo accesorio, de lo superfluo. Podré adoptar mejores decisiones en el día a día.
  • Un plan prefijado permite comparar la evolución real con la trayectoria planificada. Si se producen desvíos significativos, podré rectificar y reconducir la situación para así, eventualmente, conseguir los objetivos. Si carezco de plan, carezco de referencias, permaneceré ignorante de si voy bien o voy mal y no tendré oportunidades de rectificación.
  • Planificar implica anticipar decisiones en el tiempo. Así, cuando llevemos a cabo las acciones previstas, lo haremos con mayor eficacia: disminuyen los tiempos de acción al haber evaluado las opciones a priori.
  • Un plan permite cuantificar los recursos adscritos al logro de un objetivo. O sea, elaborar un presupuesto. Evaluar los objetivos en términos de coste nos dice si son posibles, si son viables o económicamente rentables. Podremos priorizarlos cuantitativamente, determinar los costes de salida, estudiar alternativas y… reducir sus costes!
  • “Failing to plan is planning to fail”: la ausencia de planificación conlleva la ausencia de objetivos concretos. Si nuestros actos no se proponen conseguir nada, no conseguirán nada.
  • Por último recordemos que  “la suerte es el encuentro entre la oportunidad y la preparación” (Robbins). Cuanta mayor y mejor sea la preparación de nuestras acciones, mejor podremos aprovechar las oportunidades que se nos presenten, y aumentaremos extraordinariamente nuestras probabilidades de “acertar“ y obtener buenos resultados.

Y conseguir nuestros objetivos. Gracias por la atención.