Cada vez que una familia empresaria se plantea la posibilidad de implantar un Protocolo Familiar o un Plan de Sucesión, surge siempre la misma pregunta: “¿es este un buen momento para sentarse, hablar y tomar decisiones?”. La cuestión se plantea con frecuencia. Es natural, forma parte del proceso de asumir la necesidad. En ocasiones, la expresión “este no es un buen momento para…” suele justificar dilaciones que, en realidad, camuflan incomodidad o cierta resistencia a la hora de abordar cuestiones delicadas o potencialmente conflictivas: “nunca” es el buen momento. Mi opinión es precisamente la contraria, cuanto antes queden resueltos los interrogantes que condicionan el futuro, más pronto se podrá volar sin cargas, lastres, conflictos o incertidumbres que amenacen o mermen las energías y recursos de la Empresa Familiar.

La realidad es que la mayor o menor conveniencia del instante temporal en que se confecciona un Protocolo Familiar viene condicionada por la evolución de la familia empresaria. Todas las familias tienden a aumentar en volumen y complejidad. Con el transcurso del tiempo los niños devienen en jóvenes y, más tarde, en adultos hechos y derechos. Se casan, con personas ajenas al núcleo familiar consanguíneo, que aportan nuevos puntos de vista, prioridades, valores y modos de hacer, y tienen hijos que a darán lugar a las generaciones sucesivas de las cuales se extraerán, el día de mañana, los futuros empresarios. Este hecho obliga a constatar dos factores objetivos:

  • Cuanto mayor es el nivel de complejidad de la familia, mayor es la dificultad para tomar decisiones, lograr acuerdos, consensuar valores e implantar proyectos.
  • La preparación de los futuros sucesores y el desarrollo de su plan de carrera requiere tiempo, calma y cierta estabilidad. Recordemos que no hay segundas oportunidades para «hacer los deberes» que se omitieron en su día.

Estos dos factores, relacionados con el dato estadístico de que en nuestro país sólo el 10% de las empresas familiares está gestionada por la 3ª generación, refuerzan la afirmación anterior: cuanto antes queden resueltos los interrogantes que condicionan el futuro, antes se podrá volar sin cargas, lastres, conflictos o interrogantes de futuro que disminuyan las energías y los recursos de la familia empresaria.

A continuación expongo una clasificación de las familias empresarias en 4 grupos, vistas desde el punto de vista de la evolución familiar. La clasificación es de elaboración propia y está elaborada a partir de la experiencia y colaboración con distintas familias empresarias que se hallaban en  diferentes fases de evolución y en diferentes niveles de complejidad:

Familia “BABY”: la 1ª generación es relativamente joven, la 2ª generación son niños menores de edad. Todavía faltan años para tomar decisiones importantes. El Protocolo Familiar puede esperar, pero si se implanta se contará con la ventaja de que las futuras generaciones se educarán viviendo la cultura empresarial familiar desde la infancia. Es muy aconsejable si la 1ª generación está formada por varios núcleos familiares.

Familia “JUNIOR”: la 1ª generación tiene ya cierta madurez, la 2ª es muy joven (15 a 27 años). Ya es momento de asumir ciertas decisiones críticas que van a condicionar el futuro: qué estudiar, dónde estudiar, los idiomas en verano, las experiencias internacionales, los primeros trabajos fuera de la empresa familiar, la eventual incorporación a la empresa familiar, el posible inicio de un negocio diferente o complementario, la elección de profesión, las primeras bodas y ampliación de la familia, etc. Estas decisiones son fundamentales  y “nos deben coger con los deberes hechos”, se tomarán antes y mejor si los interesados tienen una perspectiva clara de cuáles son sus posibilidades de futuro. Cuando no es así, se abre la puerta a diferencias (en estilos, liderazgo, actitudes ante el trabajo, responsabilidad, etc.) que al consolidarse en el tiempo pueden dar origen a los conflictos. Este el momento preciso para confeccionar un Protocolo Familiar y orientarlo a la responsabilidad, al espíritu crítico y al empuje emprendedor de la 2ª generación, todo ello como inicio del proceso de sucesión al frente de la Empresa Familiar.

Familia “ADULT”: la 1ª generación es ya madura y todavía está en plenitud, la 2ª generación es relativamente joven, la 3ª ha llegado pero no es relevante aún. La responsabilidad del negocio todavía recae en la 1ª generación, pero la 2ª asume ya responsabilidades y capacidades de decisión, ocupa posiciones y se forma expectativas. “El futuro ya está aquí”. En esta fase familiar afloran los conflictos arraigados y originados tiempo atrás, cuyo desenlace es imprevisible. Aunque, en realidad, sí es previsible: las estadísticas muestran que el 90% de las Empresas Familiares se extinguen en el tránsito de la 2ª a la 3ª generación. En esta situación, si no se ha hecho el Protocolo Familiar, debe acometerse de inmediato y orientarse al fomento de la unidad familiar y resolución de problemas consolidados.

Familia “SENIOR”: la 1ª generación es senior, la 2ª entra en la madurez, la 3ª ya asoma. Tímidamente, pero ya está ahí. La primera generación ha cedido responsabilidad y todo o gran parte del poder mientras se plantea su retiro definitivo – que con frecuencia nunca llega. La 2ª generación impulsa la Empresa Familiar, siendo ahora un “holding de hermanos” o un “consorcio de primos”. Si todavía no se cuenta con un Protocolo, existen dos posibilidades: la primera es que todos los hermanos trabajen al unísono y solucionen los problemas a medida que se les presentan. La segunda es que los conflictos se recrudezcan, a veces con virulencia, y afecten a la trayectoria de la empresa hasta el punto de hacer peligrar su futuro. Podemos afirmar, observando el dato ya comentado, que el 90% de las empresas familiares derivan hacia la segunda posibilidad. Elaborar un Protocolo Familiar en estas circunstancias es la única manera, si hay alguna, de recomponer la situación, fomentar acuerdos y desbloquear posiciones enrocadas que hagan posible, aunque sea ínfimamente, un futuro para la Empresa. En cualquier caso resulta muy dificultoso y mucho más laborioso conseguir objetivos que en las fases anteriores. Las posibilidades de éxito son también menores, en cuanto a conseguir resultados positivos y conferir expectativas de supervivencia en el largo plazo a la Empresa Familiar.

Espero que estas reflexiones, extraídas de la experiencia en la implantación de Protocolos Familiares, sean de vuestra utilidad. Muchas gracias por vuestra atención.